martes, 9 de febrero de 2016

RELEER EL 20D

Desde la celebración del Comité Federal del PSOE el pasado día 30 de enero, los intereses particulares de las estructuras de control político del mismo no parecen haber cambiado en demasía, a pesar del silencio al que se han predispuesto de cara a la posible conformación de un presumible acuerdo de gobierno capitaneado por el PSOE.

Es verdad que desde entonces, cierta baronía ha bajado el tono de su voz aunque  algunos floreros y jarrones ya en desuso han decidido ocupar su puesto, y en ello andan danzando por esperpentos mediáticos y sociales haciendo campaña sobre lo malo que sería para España un gobierno en el que participe Podemos. Quizás mucho tenga que ver con ello la estrategia de Pedro Sánchez de someter a consulta de la militancia los acuerdos de gobierno que se alcancen. De ser así, es un detalle que pone de manifiesto que aquellos, no esperaban la manifestación del Secretario General ante el Comité Federal.

Tras el Comité Federal y las posteriores declaraciones y ruedas de prensas, podría sobrentenderse que las líneas rojas de quienes controlan el Comité Federal (no pactar con el PP, ni con Podemos) quedarían en segundo término para facilitar las negociaciones del S.G. con el resto de fuerzas políticas para conformar el gobierno reformista y progresista para el cambio que tanto se ha anunciado. Sin embargo, muy pronto esa esperanza quedó desvanecida según se va informando de las reuniones que se mantienen con los diferentes líderes de las formaciones políticas. Todo parece indicar que las líneas rojas de unos  y otros se mantienen, aunque cambiables en su percepción y eso sí, la responsabilidad es del otro.

Si infantil es la posición de Podemos planteando un gabinete ministerial con el PSOE sin haber ni tan siquiera hablado con el PSOE, no es menos sorprendente la estrategia de Ciudadanos, que sugiere y se autoproclama portavoz en diferido del PP, a quienes a toda costa quieren meter en el futuro acuerdo de gobierno. Pero lo que realmente preocupa en el PSOE no es la infantilidad ni  la arrogancia de PODEMOS, sino la claridad de su posición respecto a la mirada con la que hay que hilvanar el programa del cambio, mirándolo desde la derecha con C,s, o mirándolo desde la izquierda con la mayoría social de España. “Pedro Sánchez debe elegir a sus compañeros de viaje” porque lo que si que es incuestionable, que C,s es la marca en diferido del PP.

Cumpliendo con lo comprometido, el lunes 8 de febrero el PSOE le hace llegar a las diferentes organizaciones políticas su propuesta de programa para el cambio. Propuesta que es acogida con  cierto interés, al tiempo de que con prudencia y que se sustenta en una amplia batería de reformas y medidas sociales a las que difícilmente pueda nadie negarse, pero sin renunciar a la cultura política no transformadora a la que la mayoría de la sociedad española ha dicho ¡vasta!. Es ahí donde se encuentra la encrucijada de Pedro Sánchez y del PSOE, en acertar con la música para una buena letra.

Hay que volver a releer los resultados electorales del 20D. Hay volver a interpretar la voluntad  social que se ha manifestado el 20D y que no deja de ser otra que la voluntad de diálogo amplio y plural, pero un diálogo para un cambio avalado por más de 12 millones de votos desde la izquierda. No un diálogo de cambio para que nada cambie.

Un diálogo que ponga de manifiesto que es preciso adoptar una nueva cultura política, que se centre en la ciudadanía, en las clases trabajadoras, que defina claramente la idea transformadora del modelo democrático, político y territorial del Estado.

Por tanto, mal irá si no se presta atención real a la voluntad mayoritaria del pueblo, que es cambiar para transformar, no cambiar para que nada cambie como parece que orienta el proceso negociador iniciado, por mucho que pretendan influir en la idea contraria los medios de comunicación y la cocina de las innumerables encuestas demoscópicas que nos dirán  lo contrario.

lunes, 1 de febrero de 2016

TODA PALABRA CONTIENE IDEOLOGIA



Toda estructura de gobierno necesita de cierta estabilidad para poder dar consistencia al desarrollo de los pueblos y de los países. España necesita de un gobierno que de estabilidad política para generar confianza a la economía y a los mercados.

En la España actual, la surgida de las elecciones generales del 20D, el comentario y la opinión más destacada -trending topic- es el que hace referencia a la estabilidad política que el País necesita. En ello andan destacadas personalidades del mundo de la política, de la economía, del mundo financiero y empresarial sin despreciar ningún tipo de herramientas bien sea mediáticas o endemoniadas para generar miedo en la dirección en que les interesa.

La estabilidad como concepto es un valor en sí mismo y en el ámbito de la gobernanza más destacado aún, sin embargo la estabilidad política a la que se refiere esta élite política, empresarial, financiera y económica está embargada de una única posibilidad, la que propicia una gran coalición de gobierno desechando la facultad de una pacto o acuerdo programático que de estabilidad a la gobernanza de España desde posiciones progresistas de izquierdas, aún siendo la opción más votada. Se trata de dar valor exclusivo a la cultura política hasta ahora conocida en democracia.

¿A qué estabilidad política se refiere esta élite nacional? Quizás a aquella que se sustenta en el modelo de una gobernanza que sustituye la ética por estética, que cambia la moral por la corrupción, la actividad productiva de la economía por la competitividad, que cambia la cohesión por la desigualdad, la convergencia por el crecimiento o el derecho al trabajo, por el trabajo precario y sumiso.

Sin embargo, esta misma élite no tiene el más mínimo reparo en cohabitar con la incoherencia y la desigualdad social, la desavenencia de los derechos de ciudadanía, laborales y sociales y la usurpación de los conceptos de convergencia y cohesión.

En definitiva, detrás de cada palabra y de cada opinión de esta élite política, económica, empresarial y financiera se esconde siempre un profundo poso ideológico que garantice sus privilegios, además de ser la misma gente que niega la ideología en  nombre del discurso demagógico del bien común pero que sin embargo, te imponen su ideología.