Calificarlo
de otra forma es una muestra de la perversión e inmoralidad
individual y colectiva de quienes se alegran por ello, y pone de
relieve el nivel estético de la ética social al que estamos
llegando.
Creernos
dueños de vidas ajenas, por muy diferentes que sean de los nuestros
sus valores, no deja de ser un síntoma de lo deleznable que aparece
la condición humana en ocasiones y mucho más, si se pretende la
impunidad de justificar el crimen en virtud al sufrimiento individual
de la asesina.
La
sociedad española debe lamentar la muerte de esa persona, igual que
debe lamentar la muerte de otras personas que la rabia, la impotencia
y/o la injusticia les hace acabar con sus sufrimientos propios dándose
un tiro en la cabeza, colgándose de una soga, … porque las instituciones financieras, empresariales, … les arrebatan el proyecto de vida construido con un
extraordinario sacrificio. Lo lamento, igualmente que desprecio a
aquellas otras personas que se alegran de la desgracia y del
sufrimiento ajeno, tanto como a aquellas otras que han visto en este
crimen una oportunidad para cargar contra los adversarios políticos
a quienes desde un principio responsabilizaron de semejante horror.
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