martes, 21 de junio de 2011

Quienes controlan las ideologías

Quienes controlan las ideologías, “los mercados, las entidades financieras y los especuladores del negocio”, todos con nombres y apellidos. Con rostros. Por tanto, con responsabilidad directa sobre la crisis global que padecemos y sin legitimidad representativa, han conseguido hacer ver a las sociedades que el capitalismo no está exento de bondades y por consiguiente, no existe contradicción entre intereses del capital y trabajo, porque lo importante es mantener el empleo con independencia de las condiciones del mismo.
Hoy, los gobernantes europeos, y destacablemente los políticos de España, están abonados a este concepto convirtiéndolo en el más claro exponente de cómo el discurso capitalista va imponiéndose con la clara connivencia de quienes tienen la obligación de imponer un Estado Social y de Derecho, muy lejano de la clara transferencia de soberanía de los Estados en favor de los mercados y especuladores que está imponiendo la derecha europea con los Pactos del Euro y la Gobernanza de la economía, entre otras Directivas.
La transformación de la intervención del Estado, orientadora de funciones sociales de distribución e igualdad, se dirige hacia las funciones de acumulación económica permitiendo al capital parcelas de control que ponen en entredicho la soberanía popular y democrática. Invierte los términos y recorta prestaciones sociales mientras ofrece cuantías importantes a los empresarios para las inversiones, para crear empleo precario y después transformarlo en empleo fijo, etc. En definitiva, el poder económico ha controlado el gobierno de la economía y ha restringido la capacidad de los Estados para establecer límites y reglas a los abusos egoístas de sus ambiciones.
Nuestra realidad sociolaboral como consecuencia de esto, se caracteriza por los elevados índices de paro, de precariedad, de empleo sumergido y por una cada vez mayor pobreza entre los trabajadores, trabajadoras y ciudadanía que como horizonte inmediato tienen la exclusión  y un claro desequilibro social donde cada vez con mayor frecuencia se acusan las desigualdades, pero no ya entre quienes tienen y no tienen trabajo, sino entre las propias clases trabajadoras que se encuentran dentro del sistema generado.
El puesto de trabajo se convierte de esta manera, en el criterio diferenciador para la inclusión o la exclusión social, y por ende para la integración y participación social, o es sinónimo de “gozar de privilegio” si el empleo es estable o público, según qué autores. Mientras tanto, quienes tienen empleo ocasional, o simplemente tienen empleos sumergidos, forman parte del inframundo que genera la nueva pobreza, una población trabajadora que escasamente puede subsistir y que sin ningún género de dudas serán personas mayores en el umbral de la pobreza.
No estoy conforme con este modelo social y económico, no estoy de acuerdo con la acción política de mis gobiernos, no estoy dispuesto a renunciar al pensamiento, al criterio ni a la palabra y por eso quiero un horizonte diferente. Por eso milito en la UGT.

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