“Una merienda de chinos”. Bien podría ser en síntesis, el modelo a seguir por el empresariado occidental, especialmente el europeo y el español. Conclusión que podría extraerse del libro publicado bajo el título “La silenciosa conquista china” por los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araujo.
Para escribir este libro dieron la vuelta al mundo recorriendo en 80 aviones más de 220.000 kilómetros, visitaron 25 países, atravesaron en coche 15 fronteras peligrosas y arriesgaron sus vidas en 15.000 kilómetros recorridos por carreteras y caminos peligrosos.
En los dos largos años que les llevó realizar esta hazaña, los periodistas fueron recogiendo testimonios, relatos y experiencias de mucha gente que todas concluían en relatar cómo China está conquistando el mundo.
Las empresas chinas (estatales) llegan a un país y hacen una oferta generosa al país, por ejemplo: construir todas las infraestructuras de carreteras, hidráulicas, ... o lo que sea, a cambio de tus recursos naturales (petróleo, madera, soja, ...), poniendo China la financiación y aportando mano de obra (barata, exportable, numerosa, productiva y no se quejan – cultura china).
Este modus operandi es el que ha puesto en práctica en multitud de de países entre ellos Argentina, Sudan, Rusia, Egipto,... Es una vía de penetración, de asentamiento de población y con el tiempo de control de la economía local mediante redes de empresas de chinos de mediano tamaño.
Cuando esto ocurre, otros chinos van a trabajar a esos países cuando en el pueblo de procedencia de corre la voz. El chino más antiguo les presta dinero sin que medie documento alguno, basta la palabra. Y al cabo de un tiempo ya existe una poderosa comunidad de chinos en esos países.
Nada tiene que ver esta estrategia comercial y de asentamiento en otro país con la forma de comerciar del mundo occidental. A los chinos no les importa ganar poco dinero por cada euro que invierten. Para ellos, lo importante no es el gran negocio, es tener un negocio que les posibilite desarrollarse junto con su comunidad, todo lo contrario de la cultura occidental que solo invierten si ven un gran negocio y unos suculentos beneficios.
Los chinos son pacientes, trabajan siete días a la semana, en torno a 14 horas diarias y no se cogen vacaciones, y por ello, tampoco tienen escrúpulos en explotar a los nativos de países como Birmania, Congo o la misma frontera de Rusia. Y con la misma falta de escrúpulos explotan los recursos naturales sin preocuparles el impacto ambiental, el cambio climático, o los compromisos de Kioto.
Las reformas que se están acometiendo en toda Europa y muy especialmente en España, promovidas por la CEOE y auspiciada por las ganas de gobernar del nuevo gobierno, bien parecen perseguir en anhelado sueño chino, especialmente en las condiciones de trabajo de las trabajadoras y trabajadores.
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