martes, 10 de abril de 2012

¿Quién piensa en un viejo sindicalista?

El dirigente sindical se sienta en la mesa de negociación ya desmoralizado y   en clara desventaja en relación a los adversarios, cuando las leyes y la impunidad desde ellas promovidas lo posibilitan, frente a unas gentes que supuestamente poseen más y mejor información porque manejan los resortes del poder por muy escasos que estos sean en ocasiones y por muy circunscritos al ámbito de representación que sea.

Estos individuos pretenden abrumar con datos aunque sean inciertos para impresionar al viejo dirigente sindical, porque cuentan con la inestimable colaboración de la prensa mediática, amarilla y de derechas para convertirlos en ciertos, todos ellos verdaderos expertos de la falacia y de las medias verdades.

Dicen que la economía va mal, muy mal. Que somos un país que ha gastado por encima de nuestras posibilidades, que hemos derrochado y que ahora nos toca pagar. Pero claro, solo pagamos las clases trabajadoras quienes no hemos tenido la oportunidad de gastar más de lo que podíamos. Pero, y los otros, la élite, los verdaderos responsables de la situación económica, de quienes dicen estos mismos medios que son quienes no tienen que sacar de esta situación que ellos mismos han creado? Esos son quienes nos dicen a través de esos mismos medios, que debemos transferirles nuestros salarios, nuestro patrimonio, hasta el inmaterial (sanidad, educación, servicios sociales, ...), nuestros derechos y hasta nuestra dignidad como pueblo porque es momento de sacrificios  y de responsabilidad patriota.

Después de mucho decir y de mucho mentir, solo se habla del pueblo, de las clases trabajadoras, de las gentes sencillas a quienes se hacen responsables de la situación y quienes, según sus propios estudios sociológicos y de opinión, los independientes no se difunden en los medios, la propia gente termina sintiéndose responsable de verdad y terminan aceptando los sacrificios que se les/nos imponen. Consiguen incluso hacer sentir al pueblo responsable de su destino incierto. ¿Y, de los otros? Ni media palabra. Solo se hace referencia a ellos para a través de los mismos medios, para que sean envidiados por la vida que llevan, deseados, reconocidos y prestigiados.

Con toda esta maniobra estratégica pretenden que el viejo dirigente sindical termine aceptando como ya lo hace el pueblo, que las reformas son necesarias porque la economía está muy mal y además lo hacen para poner en sus manos la responsabilidad de sostener vivo el estado del bienestar o mejor dicho, lo que de él quede tras la ofensiva voraz, desmedida y vergonzosa de los mercados (Banca y fondos financieros de inversiones).

El viejo dirigente sindical se encuentra solo, sentado y preocupado con lo que le cuentan, contra la realidad de que han hundido el tinglado socioeconómico gracias a la especulación financiera, a la burbuja inmobiliaria que tan suculentos beneficios produjo a los banqueros y fondeos de inversiones, y ahora que estos tienen incertidumbres y puntuales perdidas económicas, en lugar de ser rescatados en la amplia expresión del término “rescatar” obligan a los Estados a apretarles las clavijas al pueblo, a las gentes; a  las gentes a las que  les reducen el salario, a quienes ya no tienen subsidios y comen o malcomen de las pensiones de los padres, a gente sin empleo, a gente con 40 años y solo unos meses cotizados cuando cualquier trabajador/a con esa edad hace escasamente un década ya tenía 20 años cotizados, ...

En ese momento el viejo dirigente sindical se acuerda de todos ellos, se acuerda de las luchas, de las movilizaciones, de las huelgas que se tuvieron que convocar para conseguir lo que ahora le piden que acepte “reformas”, renuncia de todo y a todo por el bien de España, es decir por el bien de la banca y de los inversores. Y en ese momento, al viejo dirigente sindical se le viene a la cabeza las veces que fue sancionado, o que pasó por comisaría por negociar un convenio justo para las trabajadoras y los trabajadores y siente el terror de la soledad, pero no se resigna, se rebela y resiste. Y una vez pasado el peso de la responsabilidad se da cuenta que no está sólo, que de sus decisiones dependen muchas gentes que le siguen y por ellos, por ello hay que luchar, tiene que seguir peleando para no ceder en cosas que son sustancialmente positivas para las clases trabajadoras y los más vulnerables.

A pesar del miedo que da la precariedad laboral impuesta por el neoliberalismo, a pesar del miedo de la gente, a pesar del miedo de saber que el derecho a la huelga ya no es un derecho real porque las mismas élites neoliberales se encargan de enfrentarlo con el derecho al trabajo, como sino fueran derechos compatibles en un mismo espacio temporal, a pesar de los piquetes empresariales que no permiten hacer huelga en todas las empresas porque quienes la secundan son despedidos, a pesar de que muchos trabajadores y trabajadoras con lo que está ocurriendo son incapaces de expresar la rabia contenida que sienten; a pesar de todo ello el viejo dirigente sindical no cede a la pretensión reformista y planta cara, lucha.  Lucha por quienes sienten miedo, por quienes sin estar en la mesa de negociación están en la resistencia y en la esperanza del cambio hacia un mundo mejor.

Razones y argumentos que justifican la resistencia del viejo dirigente sindical y que rebatan lo que le dicen hay muchos, pero hay uno por encima de todos, “la responsabilidad de lo que representa”. La responsabilidad ante la clase trabajadora, ante los más vulnerables y no ante los mercados, porque su resistencia y su responsabilidad es  avalan la legalidad de las organizaciones obreras y del sindicalismo de clases, es la legitimidad de la esperanza de la mayoría.

¡NO PUEDE RENDIRSE!

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