… Resignación que surge de los medios de comunicación, de aquellos que tienen el poder sobre los medios y optan por contarle al pueblo solo una parte de la verdad. Dan un credo único: decir amén a la competitividad, a la moneda única, a la libertad de mercado.
Estamos mejor que nunca “amén”. Competir es la mejor manera de crecer “amen” Es un coro que va uniformando el pensamiento, que va creando seres totalmente idénticos.
Esa resignación por tanto, es hija de un modelo económico, de un modelo político, de un modelo social que confunde muchas cosas. Confunde la educación con la enseñanza de un credo monocolor, donde no se tiene en cuenta la amplia gama de colores y posibilidades que conforma la vida, que conforman los seres, que describe el universo. La vida no es solo sí, o no; blanco o negro, eso es propio de un ordenador, los seres humanos libres nos movemos entre alternativas que nos posibilitan tomar decisiones.
No se busca el ser humano capaz de la reflexión, de la duda, del pensamiento propio y libre. Se busca generar autómatas esclavos sin pensamiento.
Por eso no se quiere la historia, se desdeña la memoria. Cuando los seres humanos somos hijos de nuestra historia y de nuestra memoria. Soy lo que soy porque viví mi propia historia, mis vivencias. Soy la actualización de todo un pasado que está vivo, soy mi memoria. Si me la quitan, me quitan la vida, soy un muerto viviente. Y si quieren pueblos de muertos vivientes que se estimulen con el fútbol, que se estimulen con las historias y miserias de personajillos para olvidar, o no pensar en la vida real, están queriendo drogar, sedar el pensamiento, aniquilar el espíritu crítico, y por tanto fomentar la resignación y la frivolidad, mucha frivolidad.
Frivolidad es la política entendida como compraventa de votos, no importa lo que necesita la gente, ni tan siquiera lo que quiera el pueblo. Al pueblo hay que decirle lo que quiere oír, no hablarle de programas, alternativas, o proyectos. Si el pueblo quiere folclore, pues folclore se le ofrece desde la política. Pero si desde dentro de la política se piensa que no debe ser así, que al pueblo hay que ofrecerle alternativas, ilusiones, futuro,... Desde dentro se le contesta que no, no, al pueblo hay que decirle lo que quiere oír, al cual y mediante los medios de comunicación ya se le va diciendo lo que le conviene. Se le va diciendo que es lo que le conviene, qué es lo mejor. Lo importante no es comprometer un proyecto de futuro, lo que conviene es ganar votos. Hay que ser políticamente correctos y si no te atienes a ello, dedícate a otra cosa que para esto no vales.
Es decir, la cultura de la hipocresía. Crear una sociedad hipócrita y de hipócritas. Mentir a sabiendas de que se está diciendo algo que nadie cree, porque lo importante no es decirlo sino hacerlo aunque no se diga. Y esta estrategia va aniquilando las fuerzas para combatir.
Este es un camino, el de la resignación sin duda dulce, tranquilo; especialmente para los afortunados, para la élite. Es la muerte lenta de un sistema, pero muerte. El otro camino es la REBELDÍA.
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