La derecha identifica la austeridad con el recorte del gasto, que no con su control. Por lo que su acción política va dirigida a hacer recortes económicos que tienen que ver con las inversiones que afectan al conjunto de la ciudadanía, y especialmente a los más vulnerables porque por principios, su apuesta ideológica se centra en la competitividad individual y colectiva (el vencedor es exitoso, el perdedor un marginado), en la no intervención del Estado donde pueda llegar la iniciativa privada (en ello se incluye la educación, la sanidad, las pensiones, la dependencias, la protección social,…), en la no intervención del Estado en los mercados (libre mercado), en bajar impuestos y tasas a empresas y grandes fortunas.
Es decir, para la derecha, austeridad es sinónimo de recortes sociales y empobrecimiento colectivo de las clases populares.
Desde la izquierda hablar de austeridad es hablar de vivir dignamente. Es hablar de no malgastar los recursos naturales. Es hablar de ser propietarios de las cosas, no que las cosas nos posean.
Austeridad significa no caer en el consumismo feroz, tener tiempo libre para hablar con los demás, para jugar, para hacer posible el amor entre los seres que se conocen, convivir en la calle, en las plazas.
Austeridad para la izquierda es la mejor manera de vivir y de convivir (no competir) en un plano de igualdad, sintiéndose hombres y mujeres iguales y libres en una sociedad democrática.
Austeridad que nos mide a todos y todas con el mismo rasero, por ser lo que somos no lo que poseemos.
Austeridad es la sobriedad que humaniza a las personas.
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