Hoy quiero ser incorrecto, no quiero seguir instalado en la corrección del discurso ni de los actos. Este es el estado de ánimo que me queda con toda la gestión, o mejor dicho, congestión que se está llevando a cabo de la crisis económica bajo el ilícito liderazgo de Merkel.
Un billón de euros para el fondo de recate soberano, una cantidad considerable que tendremos que aportar nuevamente la ciudadanía para minimizar las consecuencias de los desmanes de los mercados y de la gestión política interesada. Pero sin embargo es una medida echada en falta hasta ahora, que llega con tres años de retraso y que no sabemos muy bien las consecuencias que tendrá.
Si antes de la intervención de las economías de Grecia, Portugal e Irlanda, Europa hubiera reaccionado como un mercado único, con un interés general compartido tal como solicitaba la UGT, hace tres años que tendríamos el fondo de rescate sin necesidad de llegar a la cantidad que se ha acordado ahora y hace tres años que no se hubieran impuesto unas condiciones tan leoninas a los países intervenidos, especialmente a Grecia, que les hace imposible cumplir los compromisos crediticios con la banca privada. Ya ha tenido que condonarse el 50% de la deuda griega, que no condona la banca, sino Europa. La banca cobra y gana. Y hace tres años que Europa hubiera rescatado a Europa y al euro, sin necesidad del inmoral concurso de la banca privada, especialmente alemana y francesa, en el negocio del rescate económico de los países con problemas.
Tampoco se hubiera tenido que inyectar a la banca privada el montante de cientos de miles de millones de euros para su recapitalización, y que entre otras cosas han sido utilizados para pagar dividendos obscenos a sus directivos y reestructurar sus plantillas con la pérdida del 30% del empleo.
Ahora se vuelven a inyectar 100 mil millones de euros en un nuevo plan de recapitalización, en esta ocasión poniendo condiciones de solvencia que han provocado comentarios por parte de la patronal y directivos bancarios tales como: “esto es una atraco a mano armada o, habrá que pensarse si cambiamos el domicilio fiscal”, dos afirmaciones que le son inherentes a la gestión de nuestros banqueros, el robo de guante blanco de los ahorros de la ciudadanía y el fraude fiscal generalizado.
Nuevamente, la recapitalización de la banca privada saldrá de las aportaciones ciudadanas por dos vías diferentes: sometiendo a los clientes a nuevas y viscerales comisiones de gestión y desde los presupuestos de los Estados, porque el objetivo es que la banca gane.
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