El pasado día 7 de octubre, día mundial del trabajo decente, los sindicatos de clase convocamos en las calles de Huelva a casi 3.000 personas en una manifestación bajo el lema; “ Por el empleo, contra la destrucción de los derechos laborales y sociales”. Hasta ahí todo bien, se puede considerar apropiado o no, el número de participantes en la manifestación, pero lo importante es averiguar si esas casi 3.000 almas son las mismas que han ido a las convocatorias anteriores y las mismas que irán a las futuras.
Creo que sí, que son las mismas personas, con la relatividad que hay que realizar esta afirmación.
Siendo esto así cabe preguntarse, dónde está nuestra capacidad de persuasión para convencer a más gente y sumarlas a una lucha permanente por la justicia social en un mundo injusto.
Son muchos los obstáculos a vencer, lo se. Pero creo que quienes nos dedicamos al sindicalismo de la UGT no tenemos suficientemente claro el concepto de movilizar, lo interpretamos como ocupar las calles en un acto puntual, que también.
¿Qué es movilizar entonces para nuestro pensamiento ideológico? Movilizar es concienciar para perturbar a la sociedad, lo que magníficamente hacen los medios de comunicación y especialmente las televisiones de la derecha económica y política. Para perturbar a la sociedad existimos quienes pensamos libremente, por nuestra cuenta.
No queremos a gente tranquila, drogada o sedada, queremos a gente inquieta, de ahí que nuestro trabajo de movilización sea perturbar conciencias y agitar cerebros; y existiremos en la medida en que seamos capaces de movilizar el pensamiento.
Todo cambio en las sociedades, toda revolución ha venido de la mano del pensamiento, de la intelectualidad que ha permitido el levantamiento del pueblo, que posibilita el acto de rebeldía que nos hace decir ¡basta ya!. No me da la gana de asumir estos actuales valores inmorales e injustos.
Movilizar significa por tanto para la UGT el esfuerzo por pensar para hacer pensar. El éxito de todo cambio radica en que seamos capaces de hacer pensar a la gente. Es el valor que ha puesto en marcha siempre a las masas y será el valor que haga posible las alianzas de todo el pueblo para desde la unidad cambiar las cosas.
Dada por buena esta reflexión, corresponde ahora asumirla y aplicarla cada instante, cada día, en todo momento en el discurso y en el argumentario de nuestro trabajo diario, no esperar solo a la convocatoria de una acto puntual.
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