lunes, 8 de agosto de 2011

¿Competimos, o producimos?


Cercana las tres de la madrugada de hoy, despidiendo unas intensas fiestas Colombinas me crucé con una pareja conocida y originaria de la cuna que nos vio crecer.

El varón - llamémosle “M” - vino a verme al despacho hace una veintena de meses, estaba amargado, destrozado y sin empleo. Pagaba sin duda las consecuencias de la cruenta crisis que atravesamos.

M” me decía con los ojos enrojecidos y la voz quebrada, que tras 14 años de trabajo de comercial en una empresa de azulejos, accesorios y materiales para la construcción; contando con una magnífica cartera personal de clientes y unos buenos datos de ventas le habían echado de la empresa en el primer ajuste de plantilla realizado. Le echaban a “M” en vez de al compañero comercial, más joven y con posibilidad de reisentarse con facilidad al mercado laboral y que además tiene menos experiencia en la empresa, menor cartera de clientes, pero que sin embargo es mucho más rentable para la empresa.

M” pretendía que le ayudara a encontrar trabajo porque era lo que sabia hacer, trabajar, y su situación personal se hacía insostenible a pesar de tener a su mujer plaza definitiva de maestra. Trabajar era su vida.

Tras un largo tiempo oyendo sus lamentaciones e inquietudes, decidí enviarlo a nuestro servicio de Orientación Laboral para que le realizaran el seguimiento y la intermediación laboral. Desde entonces no volví a saber nada más de “M”, hasta esta madrugada.

Me dio alegría verlo y tras saludar a ambos, le pregunté como le iba, si estaba trabajando. 14 meses llevaba trabajando de responsable del servicio comercial de una empresa dedicada a la venta de azulejos y que debe tener la sede en Castellón, por los viajes que dice realizar semanalmente a esa provincia.

Le felicito con sinceridad porque no es fácil encontrar trabajo en estos tiempos difíciles y mucho menos llegar a ser el responsable del departamento comercial en tan corto espacio de tiempo. Pero nos enzarzamos en una conversación – discusión, cuando me dice que en este país hay un problema enorme porque los trabajadores no son competitivos, no está acostumbrados a trabajar, se escaquean y no tienen conciencia de la importancia del trabajo y el sacrificio de las empresas, que así no puede haber empresas productivas.

E mi opinión, dije, el problema de la economía española no está en la competitividad de los trabajadores, ni tan siquiera de la sociedad, sino en la estructura y la cultura empresarial que no trabaja al largo plazo, no piensan en la productividad de la economía sino en los beneficios de la misma. Así de este modo, nos vimos envueltos en una discusión sobre el binomio competitividad – productividad.

M” insistía en sus tesis: en este país no trabaja nadie, no hay concienciación, se trabaja la mitad de la jornada y el resto escondidos, sino mira los funcionarios. En ese instante se interesa la mujer en el tema, que “M” zanja diciendo que ella sí que trabaja mucho, pero los demás y los funcionarios en general muy poco y hace que la economía vaya como va. Tuve que hacer referencia al trabajo que maestros, médicos, cirujanos, bomberos, empleados públicos,..., todos estos no son productivos, son unos auténticos vagos, ¿no?

Así estuvimos debatiendo sobre, que a los trabajadores que no trabajan los echan, igual que echan a los que trabajan, que el problema es gerencial de las empresas porque tienen como principio el mayor beneficio al menor coste posible. Tú mismo lo padeciste, el que resultaba más económico para la empresa te echó al paro, o es que te echaron por no trabajar? Le dije.

M” no quería prestar atención alguna a mis palabras, tenía perfectamente interiorizado el concepto de la competitividad, a pesar de que intenté explicarle que una sociedad que hace competir a la ciudadanía está excluyendo a los perdedores, en toda competencia unos ganan y otros pierden, quienes ganan sobreviven y los perdedores son excluidos. Eso es precisamente el concepto en el que nos tiene imbuidos el neoliberalismo.

Este relato a esta hora es fruto de una profunda preocupación, todo el día pensando en ello. No puedo entender, cómo es posible que quien ha padecido en sus carnes las consecuencias de lo que pregona pueda defender con tanta convicción esas posiciones

No puedo entenderlo. Qué estamos haciendo mal, o qué no estamos haciendo los sindicatos de clase para que muchos trabajadores tengan esta misma percepción?

No estoy atravesando una crisis de identidad, todo lo contrario, pero esta realidad nos tiene que hacer reaccionar para, que desde la razón, las convicciones, la ideología, la movilización y la acción sindical restituyamos los principios y valores que identifica a la UGT.

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